Estoy tratando de comprender mejor mi propia manera de moverme en el mundo, los lugares y las actividades que me atraen y las cualidades que puedo aportar a ellos. Con cada viaje que hago, voy aprendiendo y conociendo mis deseos contradictorios (soy Géminis, tengo muchísimos…).
Me encanta trabajar con la tierra, estar afuera con pies y manos en contacto con el suelo. Me ayuda mucho a mantener mi salud mental y física y hacerme sentir bien conectado con mi ambiente y los otros seres que viven en nuestra planeta. Estudiaba horticultura para saber cómo cuidar bien a un terreno y como cultivar la comida ahí. Me encanta como puedo llegar a conocer un lugar observando cómo crecen las plantas, entendiendo el tipo de suelo y aprendiendo los ritmos del jardín. Además me encanta dar atención y amor a un lugar que antes fue abandonado u olvidado, tratando de entender su historia y las razones por las que ya no se disfruta. Esto lo he hecho con muchos lugares, tanto con cuartos vacíos o desordenados donde llegué a vivir o trabajar un tiempo, como con edificios o jardines descuidados, como el Granero de Guapamacátaro, donde hice una residencia de arte en 2019 y intenté a darle nueva vida.
Igualmente, me encanta viajar. Me encanta ir a lugares nuevos, conocer a gente y culturas distintas, y ver cómo tantas cosas son diferentes pero cómo, en el fondo, los corazones humanos son casi siempre iguales, con las mismas necesidades y deseos. Como vengo de dos culturas – mi papa de Mexico, mi mamá de Inglaterra – no es tan sorprendente que sea un poco nómada y tenga mucha curiosidad sobre las culturas, la naturaleza y los mitologías europeas y latinoamericanas.
Y bueno, de una manera estas dos pasiones mías pueden ser muy elogosias. Puedo ir viajando, visitando personas y proyectos que me interesan y dando mi apoyo, con nuevo energía y entusiasmo, a cada lugar. Por ejemplo, con los intercambios de workaway (una red en línea para viajeros que quieran ser voluntarios a cambio de alojamiento), puedo conocer partes de México que de otro modo no hubiera visitado y aprender de la gente ahí otros métodos de cultivar y cuidar a la tierra. Como la granja orgánica Las Ceibas en Oaxaca, donde quedé unas semanas en Febrero 2019 ayudando con la siembra, el trasplante, el ahorro de semillas y aprendiendo de su inmenso sistema de compost de lombriz. Regresé a inglaterra con unas de sus semillas orgánicas de lechuga y ejote que sembré en el jardín de mi mama en Devon y ya tenemos la próxima generación de lechuga Mexicana-Inglesa. Así espero que con cada lugar que visito, hay algún tipo de intercambio significativo, que todos dejan con algo nuevo o cambiado: más conocimiento, entendimiento más profundo, una nueva amistad o un recuerdo precioso.
Sin embargo, también me doy cuenta de que esta forma de vivir puede empezar a sentirse bastante dispersa. Siempre viviendo la primera etapa del ciclo, como una primavera o verano permanente. La etapa de llegar, conocer, intentar, aprender, la etapa de iniciación. Yo sé que para entender lo que necesita un lugar – la tierra, la comunidad – es como entender cómo es una persona, tienes que pasar tiempo juntos, mucho tiempo, escuchando, observando, en diálogo, jugando. Tienes que experienciar los tiempos de sombra, de frío, de oscuridad, y como pasan los cambios. Es en esas etapas cuando las raíces crecen, para hacernos más fuertes, más conectados, con más acceso a los recursos que necesitamos. Entonces, si siempre voy de un proyecto al próximo, de un lugar al otro, sin alcanzar la profundidad a la que llegas cuando quedas en un lugar durante mucho tiempo, pierdo algo de comprensión y conexión. Quedo verde.
Entonces, ¿qué hago? ¿Cómo alineo la parte de mí que quiere arraigar y crecer, con la parte de mí que quiere moverse y explorar? Pues parece relevante que escribo esto sentado en una mesa en un cafe de Tlapan, donde me senté hace ocho meses, la última vez que estuve en la Ciudad de México. En ese momento también estaba escribiendo pero ya he perdido esas palabras. Como sucede muchas veces con las cosas que escribo, perdí el enfoque con todo el movimiento de aquí y allá. Pero ahora estoy aquí de nuevo y me siento la conexión con esa ser de antes. Ella todavía está aquí, escribiendo también, y ya tenemos el esfuerzo de las dos. Y así es con este asunto de regresar, voy recogiendo partes de mi ser que dejé en estos lugares y voy viendo cómo los lugares han cambiado en el tiempo entre. No es lo mismo que crecer raíces pero quizás sea algo como cultivar una red, de relaciones con personas y lugares importantes que crean senderos en el paisaje para que yo los siga, dándoles más profundidad cada vez.